Comprometerse con la igualdad

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Aunque ahora mismo tengas poco más de dos años, para cuando puedas leer estas líneas, quizá te habrás dado cuenta de que las desigualdades influyen sobremanera en las relaciones humanas y, por lo tanto, en la evolución de la comunidad en la que vivimos. Porque sin igualdad real resulta imposible construir una sociedad justa, en la que todas las personas puedan desarrollar sus proyectos vitales con total libertad y dignidad.

Hoy, Día Internacional de las Mujeres, precisamente he querido escribirte, de padre a hijo, sobre una de las principales desigualdades vigentes en nuestra sociedad: la falta de igualdad entre chicos y chicas –hombres y mujeres–. Sé que ahora mismo no podrás leer este artículo, pero espero que algún día estas líneas puedan hacerte pensar sobre una realidad cuyas consecuencias afectan a las mujeres por el mero hecho de serlo: desde trabas para acceder a algunos puestos de trabajo y discriminaciones de todo tipo hasta, en la expresión más grave de la desigualdad, el devastador daño por la violencia machista que algunos hombres ejercen sobre ellas.

Afortunadamente, a pesar de esta injusta realidad que aún perdura entre nosotros y nosotras, la sociedad ha cobrado en los últimos años una cada vez mayor conciencia sobre ella. Hoy, 8 de marzo, muchas personas saldrán a la calle para celebrar los logros y los derechos conquistados, no sin sufrimiento por parte de muchas mujeres. Y también para reivindicar lo que todavía resta por hacer.

Cuando aita se comprometió en la labor política –hace ya unos cuántos años– la situación era más lacerante que ahora. Hoy día, tanto en las instituciones y como en los parlamentos, incluso en los partidos políticos, la presencia de mujeres es más equitativa y ellas cada vez alcanzan cotas mayores de responsabilidad. Aunque no podemos conformarnos. En el mundo de la empresa, por su parte, la presencia de las mujeres en puestos de mando sigue siendo especialmente limitada.

Esta realidad no es sino reflejo de las causas estructurales que generan la falta de igualdad, como los roles sociales que avocan a las mujeres a ciertas profesiones y las excluyen de otras. Barreras invisibles, algunas de ellas camufladas bajo estereotipos que limitan su desarrollo personal y profesional. Una realidad injusta que lleva a las mujeres a profesiones y a sectores menos valorados y retribuidos, generando una injusta brecha salarial.

Quiero pensar que estos estereotipos no tendrán tanta fuerza en vuestra generación. Que en la era de Internet y del 5G, cuando la andereño o maisu de la ikastola os pregunte qué queréis ser de mayores, haya chicas que hablen de ser empresarias, futbolistas o investigadoras, igual que chicos que soñéis con ser enfermeros o dedicaros a la enseñanza infantil. Y que, además, no encontréis obstáculos que os impidan llegar a ser lo que queráis. Sin otro límite que los sueños y las destrezas de cada uno.

Te estarás preguntando cómo podemos cambiar esta realidad tan enraizada. Desde las instituciones, tratamos de impulsar leyes, programas y e iniciativas públicas que, entre otros, garanticen la igualdad de hombres y mujeres, que desactiven los roles y los estereotipos de género, que permitan avanzar hacia la conciliación corresponsable y que erradiquen la violencia machista y protejan a sus víctimas. Pero hoy quiero centrarme en otra idea.

Me gustaría insistirte en que los hombres tenemos una responsabilidad especial en revertir esta situación. Darnos cuenta de que nuestra actitud, sea en el ámbito institucional o profesional, sea en el espacio personal, también influye en la vida de nuestras compañeras de trabajo, de nuestras parejas, de nuestras madres y abuelas. Las decisiones individuales que tomamos todos los días inciden en el desarrollo de nuestra sociedad. Por ello, los hombres no nos podemos escaquear. Debemos comprometernos con la igualdad. Empezando por involucrarnos verdaderamente en las tareas domésticas y en los cuidados de las personas a las que más queremos.

Una sociedad implicada, que siga dando pasos progresivos pero inaplazables hacia la igualdad de hombres y mujeres, es la mejor garantía para seguir avanzando. Así lo demuestran todos los días miles de mujeres que, con su ejemplo y su trabajo, rompen moldes y reclaman el espacio que les corresponde en la sociedad. Miles de mujeres que hoy saldrán a la calle a reivindicar el respeto hacia sus derechos.

He ahí un reto de primer nivel. Alejándonos de posiciones individualistas, afrontar como comunidad de personas que somos el desafío de la igualdad. Un esfuerzo colectivo transformador que nos lleve a dar nuevos pasos en ese sentido. Tanto en la vida diaria como en nuestro quehacer en empresas, asociaciones, municipios e instituciones, tenemos que asumir nuevos compromisos y realizar un esfuerzo decidido que lleve a nuestra sociedad hacia definitivas cotas de igualdad y, con ello, mejorar la convivencia, la cohesión y la calidad democrática de nuestro país.

Comprometerte con aquello que crees y sientes quizá sea, en mi opinión, una de las vías para dar sentido a la vida y realizarse como persona.  Deseo que, para cuando puedas leer estas líneas dentro de unos años, hayamos progresado tanto hacia la igualdad real que este desafío te parezca una cuestión superada. En caso de no ser así, espero que asumas ese compromiso personal y colectivo por la igualdad. Y que vuestra generación avance definitivamente hacia la sociedad igualitaria que todos y todas deseamos.