Libre, valiente y comprometido

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¿Qué es lo que hace que un adolescente del Goierri de 15 años asuma el compromiso político en EAJ-PNV en plena transición, en un ambiente juvenil absolutamente dominado por la izquierda abertzale? Las familias nacionalistas tuvieron una figura incontestable que esgrimieron para mantener a sus hijos e hijas en el redil de los valores humanistas: Xabier Arzalluz Antia.

Xabier era el hilo que unía pasado, presente y futuro. Te ubicaba en la Unión Europea, en cuya constitución participaron el Lehendakari Agirre o Landaburu junto a los Schuman, De Gasperi y Adenauer. Te hablaba de su padre político, Juan de Ajuriagerra y te conectaba con la generación que luchó en la guerra en defensa de nuestro pueblo y la democracia. Xabier criticaba con saña las opciones políticas que con suma arrogancia pretendían constituirse en nuestros salvapatrias armados; o aquellos que nos querían imponer una única soberanía (la española), con el ruido de sables de fondo. Xabier nos ubicó a todos.

La construcción nacional era para Xabier un proceso complejo el cual, más allá de los aspectos políticos y legales, se adentraba en la defensa de nuestra lengua, el euskara, como pilar imprescindible para la supervivencia de nuestro pueblo. “Euskara eta teknologia” nos decía una y otra vez. Y se implicó directamente en el apoyo a la industria vasca; por ejemplo, la goierritarra CAF debe gran parte de su salud industrial actual a la intervención de Xabier en tiempos especialmente complicados.

Xabier fue una figura controvertida porque estaba en el ojo del huracán y porque no tenía pelos en la lengua. Era radicalmente sincero: pensaba lo que decía y decía lo que pensaba. Por eso, definir a Xabier por expresiones que formuló sacándolas de contexto o directamente manipulándolas es absolutamente injusto. A él no le importaba. A mí sí, y mucho.

Hizo fácil lo difícil: compaginó la visión de estado, una capacidad innata para moverse en los espacios de decisión, con la política de base. La que se hace calle a calle, pueblo a pueblo, de tú a tú con la ciudadanía. Empatizaba sinceramente con quienes, de forma anónima y desinteresada, se implicaban en los movimientos populares y en la acción colectiva. Les hacía sentirse importantes. En Xabier convivían con una naturalidad asombrosa el hombre de estado, el líder carismático, con la actividad del batzoki, el compromiso de quienes se mantienen lejos de los focos.

Era una persona cercana, humana, cálida y detallista. Se preocupaba personalmente por quien atravesaba por cualquier tipo de dificultad. Siempre estaba dispuesto a ayudar. De ello dan fe los testimonios de las miles de personas que le trataron personalmente y los de quienes mejor le conocieron, aun cuando discreparan de sus postulados políticos. Quienes más le criticaron y atacaron fueron quienes menos relación tuvieron con él. Tenía una personalidad que cautivaba desde la nobleza, la autenticidad, nunca desde el artificio.

Xabier fue un líder de convicciones sólidas y valores firmes. Nunca se doblegó ante nada ni ante nadie cuando estaban en juego los principios en los que creía. Pero al mismo tiempo supo entender, y llevar a la práctica, que la política implica ceder, pactar, consensuar. Estuvo dispuesto a escuchar y a hablar con todo el mundo, por grande que fuera la distancia ideológica que le separara. Probablemente por eso recibió ataques de todos los extremos. Xabier cultivó el pragmatismo con mayúsculas, siempre buscando lo mejor para su pueblo. De ahí aquella frase suya, recordando que a la cima del monte no se llega en línea recta, sino rodeando la ladera.

Xabier tenía una razón principal para existir: la libertad de pueblo vasco. Y eso lo convertía en un hombre extraordinariamente libre. De hecho, en más de una ocasión llegó a afirmar que nuestro Partido, EAJ-PNV, no era un fin en sí mismo, sino un instrumento para la liberación de Euskadi. Se entregó en cuerpo y alma a trabajar por nuestro pueblo, sabiendo interpretar cada momento de la historia, y convirtiéndose en un actor fundamental de la política vasca tras la transición.

Sus valores, profundamente éticos, democráticos y humanistas, le llevaron a oponerse con rotundidad a cualquier tipo de estrategia violenta, y a defender con vehemencia el diálogo y las vías políticas y democráticas como base para construir un futuro mejor. En todas aquellas responsabilidades que ostentó, se comportó como un verdadero hombre de Estado, actuando con generosidad y primando los intereses de nuestro Pueblo.

Lo hizo durante el Franquismo, y actuó igual durante y después de la transición, cuando realizó un esfuerzo incansable para colocar los cimientos de la Euskadi con la que soñó hasta su último día. Fue una figura clave en la gestación del sistema institucional vasco y del Estatuto de Gernika, lo que le hizo merecedor de la Medalla de Oro de Gipuzkoa. Concibió el autogobierno como oportunidad y como una condición sine qua non para construir una sociedad más fuerte, competitiva y justa, que ganara progresivamente su derecho a decidir. Ahora nos toca recoger el testigo y honrar su legado día a día.

Xabier Arzalluz era, por lo tanto, libre y valiente. Es posible que contribuyeran a ello las palabras que le transmitió su padre en su lecho de muerte: “He llegado al sendero (bide zidorrera) y no he tenido miedo”. Egun handira arte, Xabier.